Jueves 17 de junio de 2005.
Mañana fresca 7:30 am, listos para ir a la escuela.
Vacaciones cada vez más cerca, por fin olvidar esas materias
aburridas… en aquellos días solo le importaba divertirse en el recreo.
Salieron de casa y camino a la escuela todo cambió para
siempre. Su vida se convirtió en el momento más triste que jamás haya vivido.
Al pasar por una calle la niña miró una sábana blanca que
cubría el cuerpo de una persona que estaba ya en el momento al que todos
llegaremos algún día.
Su padre solo dijo la frase inolvidable en la vida de ella…
¡qué poca madre!
Demasiado temprano para ver una escena así, una combi del
transporte público había cometido el delito de asesinato.
El auto en el que viajaba la familia no se detuvo y entraron
a la calle donde recibirían la mala noticia que transformó ese momento en un
abismo.
La abuela y un tío de la menor salían de la casa. La abuela
impactada, hizo detener el auto y con un semblante pálido y en estado de shock
solo pudo decir: ¡atropellaron a tu suegro!
En ese momento la niña entró en shock y gritó con
desesperación lo que no podía creer de todo esto.
El padre se fue con la abuela a reconocer el cuerpo que
yacía en esa calle, demasiado transitada para no verlo.
Celestino, el ser más generoso que pudo haber conocido, el
abuelo más cariñoso que existía en la tierra… no lo creía y aunque ya lo había
visto, era algo imposible de creer.
¿Por qué él? La niña solo podía llorar y hacer preguntas que
nadie se respondía.
Con ganas de salir corriendo en busca de el hombre que ella
conocía, el hombre que daba la vida por los demás.
Jamás vi algo como lo que vi. En el velorio había demasiada
gente, la casa estaba llena y estaba rodeada de flores blancas. Nunca conocí
alguien tan querido como él, no sabía de dónde salía tanta gente…
Mi amado se fue para nunca regresar, dejaste ese vacío en mí
que nadie podrá llenar.
No fui tu consentida, pero sí la que más te quería.
Te amo abuelo. ♥
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