30 de abril de 2013

Cuando sea grande quiero ser...



Siempre que se acerca el día del niño me doy cuenta de que todos o la mayoría de los pequeños, en la escuela,  quieren disfrazarse de superhéroes. Es mucha la coincidencia y creo que tengo la respuesta, no estoy completamente segura, pero sé que algunos van a estar de acuerdo conmigo.


Los superhéroes siempre son los valientes, los que buscan hacer el bien y salvar a la humanidad; los que pelean contra los enemigos y contra los que cometen delitos; pero ¿qué hay de parecido en los niños si son solo eso, niños? La respuesta es sencilla y creo que obvia, a mi parecer. Los niños son como esponjas, absorben todo lo que los adultos dicen y a veces también cosas que hacen, pero al ser tan inocentes y tan brillantes casi siempre muestran tener una actitud más positiva que una persona mayor, muestran que las cosas se arreglan con una sonrisa o con una carcajada proveniente de un problema insignificante. Los niños nos enseñan a actuar con esa naturaleza y con esa alegría que todos deberíamos poseer, también es importante reconocer que ellos nos demuestran la valentía al ser capaces de conquistar a todo el mundo con una pequeña mirada de ternura, con una sonrisa que te encanta el alma y con un abrazo que sin duda, te llena el corazón. Los niños son capaces de provocar temblores con sus travesuras, de provocar diluvios con sus lágrimas sinceras y de mover cielo, mar y tierra por conseguir lo que desean; pero siempre van a hacerlo con sinceridad y con esa esperanza de conseguir lo que quieren, aun así, sin saber lo insignificante que puede ser eso en la vida de un adulto.

Siempre que recuerdo cuando era más pequeña, me conmueve y me entra la nostalgia, me vienen a la mente muchos recuerdos maravillosos que compartí con mis amigos, con mis hermanos, con mis primos, con todos. Esos momentos que siempre voy a llevar en mi memoria, esas risas majestuosas que nos provocaban dolor de estómago, esas peleas tan peligrosas que nos convertían en unas panteras donde la ofensa más grande era decirle al otro “cara de bola” o cualquier tontería que lo comparara con algo.

Es un regalo tan hermoso ser niño, que quisiera sentir una vez más esas sensaciones y emociones de gritar, reír y llorar por todo, ser aventurero y no pensar en las consecuencias, ser valiente y defender tu lugar en un juego, correr por toda la casa persiguiendo a quien te quitó tus juguetes…




Si pudiera ser niño otra vez no lo dudaría ni un instante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario