Mientras tanto, en el reino, se preparaba el gran baile,
donde serían recibidos miles de invitados para celebrar el nacimiento de un
gran amor. Todos estaban muy felices; pero faltaba alguien muy importante para
que comenzara la gran fiesta. El príncipe no había hecho presencia en el lugar
y la reina, angustiada, miró a su madre y le dijo:
--¿Qué sucede madre? ¿Por qué no está el príncipe en el
palacio?
Y la madre asustada por la pregunta que hizo su pequeña
reina solo pudo contestar:
-- Hija mía, la más pequeña, si pudiera evitarte esta pena tan grande. No sé
de qué manera explicarte lo que ha pasado con tu amado.
La princesa temerosa y con
lágrimas en las mejillas se dio la vuelta y se fue. Su madre trató de
alcanzarla para consolar el llanto de su pequeña princesa; sin embargo todo fue
en vano, pues la joven no soportaba pensar que no había príncipe que valorara
su corazón.
Lo que su madre pudo decirle, fue
solamente que aquél valiente caballero, el que no le teme a nada, será el
indicado para recibir tu corazón, sinceramente vendrá a ti para regalarte en un
beso la vida que ambos sueñan y para hacer que el tiempo se detenga en un
espacio donde no exista nadie más, solo la compañía de esos dos.
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