19 de abril de 2013

No era cenicienta...



Mientras tanto, en el reino, se preparaba el gran baile, donde serían recibidos miles de invitados para celebrar el nacimiento de un gran amor. Todos estaban muy felices; pero faltaba alguien muy importante para que comenzara la gran fiesta. El príncipe no había hecho presencia en el lugar y la reina, angustiada, miró a su madre y le dijo:

--¿Qué sucede madre? ¿Por qué no está el príncipe en el palacio?

Y la madre asustada por la pregunta que hizo su pequeña reina solo pudo contestar:

--  Hija mía, la más pequeña,  si pudiera evitarte esta pena tan grande. No sé de qué manera explicarte lo que ha pasado con tu amado.

La princesa temerosa y con lágrimas en las mejillas se dio la vuelta y se fue. Su madre trató de alcanzarla para consolar el llanto de su pequeña princesa; sin embargo todo fue en vano, pues la joven no soportaba pensar que no había príncipe que valorara su corazón.

Lo que su madre pudo decirle, fue solamente que aquél valiente caballero, el que no le teme a nada, será el indicado para recibir tu corazón, sinceramente vendrá a ti para regalarte en un beso la vida que ambos sueñan y para hacer que el tiempo se detenga en un espacio donde no exista nadie más, solo la compañía de esos dos.

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